SOBRE EL CORONAVIRUS




Ahora los veo cayados, ahora que desenvainé mi espada, y que envié mi ejercitó de oriente, viento impetuoso que como espíritu en el hombre hace desfallecer su alma.

Aun los que creen en mi han perdido la fe; ahora clamen y yo los oiré, escuchare el clamor sincero desde los cielos, pero solo con sinceridad de corazón; reconoceré aquel que cambie su camino, al que busque amar el bien y la bondad.

Ante mi se doblegarán los poderosos y por mi soplo se confundirán las gentes, y no parará la matanza hasta que ustedes me recuerden el pacto que hice, por aquel cruento sacrificio.

Vengan de todas las naciones y recuérdenme porqué he de tener misericordia de ustedes; los convoco a que me digan porqué los he de perdonar.

Adoren al Hijo, y rueguen a él misericordia, porque el me rogará a mi para que yo los sane.

Estoy esperando, ¿habrá algún entendido que clame a mi, para que los sane? Estoy esperando dice el Señor, que todos los que dicen ser mi pueblo se unan y a una voz me pidan que quite de la tierra este mal que les ha venido para su vergüenza.

Vengan a mi dice el Señor, y yo disiparé la peste en un soplo.

Ya sus gobernantes empezaron a temblar, y unos se volverán a mi, y yo los sanaré y los guardaré de la desgracia.

De una u otra manera limpiaré la tierra, y siempre que los frutos estén maduros la sacudiré, y haré caer las hojas podridas para que no dañen el árbol.

Clamen! y yo levantaré un sabio, que usará la ciencia para detener el ejercito que envié a las naciones. Por que para esto lo hago, para que se vuelvan a mi dice el Señor todo Poderoso.

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